Hace unos días llegaba a mis manos Enhorabuena por tu fracaso del inefable Arturo González-Campos. Con semejante nombre y apellido compuesto, el libro tenía que ser bueno, dije para mis adentros. Así que, tras deleitarme con las pinturas vanguardistas que adornan la tapa de cartoné, lo abordé sin ninguna expectativa. En realidad, no sabía ni de qué iba, pero al hojearlo y advertir las letras de colores, un mapa desplegable e incluso páginas impresas del revés, sabía que nada podía fallar. O eso creía yo.
Seré sincero. Supe de la existencia de Arturo González-Campos cuando mi amigo Migue me dijo: Tienes que escuchar Todopoderosos, hacen monográficos de directores como Scorsese y Coppola, pero eso sólo fue mojarme los pies. El auténtico chapuzón vino cuando me sumergí en su extensa obra literaria y descubrí Reina Roja —ese lo publicó con seudónimo— y, a partir de ahí, no pude sino devorar todo cuanto producía, que no es poco.
Arturo González-Campos realiza un desnudo integral en Enhorabuena por tu fracaso. Un desnudo literario, quiero decir. A lo largo de sus páginas, disfrutamos de anécdotas, vivencias dramáticas y un amplio reguero de películas, libros y canciones que nos acercan el mito de Arturo a unas coordenadas más humanas y tangibles. La literatura buena, la que deja poso, es aquella que parece más un retrato de la realidad humana que un libro; y Arturo ha sabido condensar episodios de su vida de una forma tan realista —muchos se habrán sentido identificados—, sincera y bien escrita que resulta difícil dejar de leer. Imagino que a eso se deberán mis ojeras del día siguiente. Gracias, Arturo.
No conozco personalmente a Arturo González-Campos —sólo una vez en la Fnac de Sevilla—; por tanto, no puedo decir que me haya pagado un billetito de cincuenta pegado con cinta adhesiva para hablar bien de su libro a mis escasos trescientos followers, pero me transmite buen rollo y me apetecía dedicarle estas líneas. Supongo que quienes lo conozcan habrán disfrutado del libro a otro nivel, pero para mí ha sido como saber un poquito más sobre ese tío de los podcasts del que tanto he aprendido. Me he reído a carcajadas, sorprendido y emocionado. Él, como cómico, sabrá lo difícil que es hacer reír, pero combinar la risa con el drama es algo reservado para los genios.
En la era de los todólogos y del yoísmo, lo que me mola de Arturo González-Campos es que no se flipa. En su estilo, sin pretensiones ni dogmas, se percibe la saludable intención de dudar de todo y no adscribirse a ninguna corriente. Y encima le gustan Chuck Jones y Joaquín Sabina. En fin, no me queda otra que darte la enhorabuena, Arturo. Te empeñaste en escribir un libro malo y hasta en eso has fracasado.