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España es campeona de Europa. Hace un mes, pocos la ponían entre las favoritas, pero esta selección ha deslumbrado desde el primer partido hasta una final que ya forma parte de la historia del fútbol español.

Se palpaba en el ambiente que algo grande estaba a punto de suceder y, tal vez, esa ha sido la fe que ha impulsado a los hombres de Luis de la Fuente a hacerse con la Henri Delaunay. Los acordes nostálgicos del Waka Waka y aquella legendaria charla motivacional de Luis Aragonés en 2008 nos iban a llevar en volandas hacia la cuarta Eurocopa. Y así sería.

Pero ya había pasado mucho tiempo de eso. Demasiado. Era como si el Mundial y las dos Euros hubieran sido más una anomalía histórica que una llamada en serio al Olimpo del fútbol. Aquella dorada generación que tan felices nos hizo ya cambió las botas por la pizarra. Estos doce años sin ganar un gran título se nos estaban haciendo largos, tanto que por el camino han nacido y crecido nuestros nuevos héroes nacionales.

Y es que España vence y convence: la única selección, junto a la Brasil de 1970, en ganar todos los partidos en una fase final, la más goleadora en Eurocopa con quince tantos y la líder en solitario de la competición con cuatro títulos. Casi nada.

No dirán que nos lo pusieron fácil. Tras compartir grupo con Italia y Croacia, vigente campeona y tercera del mundo respectivamente, España dejó por el camino a Alemania, Francia e Inglaterra. Cordiales rivales y campeones del mundo, que elevan la gesta a cotas memorables.

Hay mucho que aprender de esta selección. No ya sólo por esa sensación de felicidad que nos ha contagiado como ya no se recordaba, que también, sino por ese poder aglutinador, de unión y de defender unos colores por encima de nuestras diferencias, que tan terapéutico resulta en estos tiempos que corren. La selección es de todos y nos ha demostrado este mes la importancia de creer en algo. En ella creen incluso los que nunca creen en nada que no sea la confrontación, los que ven racismo donde la gente normal sólo ve el rojo de la camiseta y los que conciben el fútbol únicamente como una herramienta con la que apuntalar su turbio negocio político.

Pero ahora toca la vuelta a la dura realidad, esa en la que la bandera deja de ser una moda de verano para convertirse un arma que tirarnos a la cara. Así que nada, ojalá volvamos a ver pronto a esta selección española tan prometedora. Todos ganaremos.