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pepe el escocés

Feria de Abril de Sevilla, año 1959. Entre las casetas del Prado de San Sebastián destaca la figura de un hombre alto, de aproximadamente dos metros de estatura. Llama la atención también su atuendo: falda escocesa de cuadros, zapatos con hebillas, cayado de mando y una boina ataviada con plumas. De estilo enigmático, aunque agradable y cercano, destaca su sonrisa mientras pululaba por el real. Un personaje que hoy día catalogaríamos como un guiri despistado o con alguna jarra de rebujito de más, pero que tampoco pasaría inadvertido. Se trataba de Pepe el escocés, aunque ni se llamaba Pepe ni era escocés.

Su nombre completo era Bertrand Olivier Gaston de Bonnechose y nació en Versalles el 2 de julio de 1897. Lo de Pepe fue el bautizo a la sevillana, aunque nadie supo nunca cómo se llamaba ni de dónde venía. Alguien debió decir: «Llamémosle Pepe» y Pepe se le quedó. A todos les caía bien y los niños corrían alrededor suya. Hasta solía ser invitado a las casetas privadas por parte de los socios, donde mostraba su carácter cortés y afable. No mostraba reparos a la hora de bailar sevillanas y no faltaba a su cita diaria con el albero y los farolillos.

Así se refería la prensa de la época a nuestro extravagante turista: «Contagiado por la alegría del ambiente, un turista escocés, regocijando a los paseantes, se marca, con repajolera gracia, unos pasitos de baile. ¿El típico de su país o un desplante por bulerías? ¡Todo es posible en Sevilla y en Feria!» En 1968 la selección de Escocia venció a Inglaterra en el estadio de Wembley, hecho que tampoco pasaron por alto con ingenio y gracia: «El escocés, grande y simpaticón, bulle y rebulle por todas partes. Baila unas sevillanas. Pide una copa de vino. Gusta de estar entre los cabales. Es un embajador que no tiene precio y que este año está más alegre quizás por la reciente victoria de sus paisanos sobre los ingleses en el mismísimo Wembley».

Los periodistas locales lo tildaron como «el escocés errante que año tras año viene a Sevilla». Viajaba solo pero fue acogido como un sevillano más. Bebía y bailaba a partes iguales, mientras paseaba su aire exótico por el real del Prado de San Sebastián. Cuentan que su bailar era torpe, casi arqueológico, pero todo ello quedaba eclipsado por su amabilidad y exquisita educación. Sin embargo, Pepe el escocés era mucho más que un turista estrafalario en la Sevilla de la década de los sesenta.

Bertrand Olivier Gaston de Bonnechose, Pepe para los amigos, era pintor. Y de brocha muy fina. También era viajero. Era de origen francés y holandés aunque, sobre todo, tenía una gran sensibilidad escocesa. Inmortalizó en sus lienzos los paisajes de Marruecos, la India y la Bretaña francesa. Procedía de los Bonnechose, una familia aristócrata de la nobleza francesa de Normandía. Sirvió en artillería en la Primera Guerra Mundial, estudió Bellas Artes en París y fue miembro de la Sociedad de Artistas franceses entre 1921 y 1928. Se casó dos veces y tuvo tres hijos. 

Tal hueco dejó en el imaginario sevillano que el Pali le dedicaría una sevillana años después: «Sevilla tiene una deuda, tiene una deuda Sevilla, con aquel gran extranjero que de tan lejos venía. Viva la gracia del mundo, viva el arte y el gaché, murió queriendo a Sevilla, viva Pepe el Escocés. Cómo se nota su falta por las calles de Sevilla. Viva la gracia del mundo, viva el arte y el gaché, murió queriendo a Sevilla, viva Pepe el Escocés».

Pasó sus últimos años dedicándose a la pintura, lejos de su familia y pisó por última vez la Feria en 1969. Todos lo echaban de menos pero Pepe nunca más regresaría a Sevilla. Bertrand falleció el 19 de enero de 1972 en Niza a la edad de setenta y cuatro años. Su estilo bohemio y alma de viajero permanecerán para siempre en la esencia de Sevilla. Bertrand para unos y Pepe para otros, hay personajes que nunca desaparecen del recuerdo y Pepe fue uno de ellos.