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La guerra en Ucrania continúa estancada, mientras el país se desangra en una contienda de desgaste y sin cuartel. El ataque con dron al Kremlin, más un golpe de moral que una contraofensiva planificada, ha sido usada por el gobierno de Vladimir Putin para acusar a Estados Unidos de perpetrar dicha iniciativa. Con el frente embarrancado en el Donbás, hay una ciudad muy en boga que podría ser clave para el devenir de la guerra: Bajmut.

Bajmut es una ciudad de Ucrania encuadrada en el óblast de Donetsk, al este del país. Situada a orillas del río Bajmuta, se llamó Artémivsk hasta 2016, año en que cambió a su denominación actual por medio de las leyes de descomunización de Ucrania. Contaba con 77.000 habitantes en 2013, un año antes de la secesión del Donbás y la anexión de Crimea por parte de Rusia. En 2014, los separatistas prorrusos de Bajmut reclamaron el territorio como parte de la Federación Rusa, y fueron recuperados por las fuerzas ucranianas en julio de 2014. Tras la invasión rusa en marzo de 2022, el frente avanzó hacia Bajmut; bombardeos de artillería y aire avanzaron por la línea de combate. En mayo, más de 50.000 personas tuvieron que abandonar la ciudad.

La ofensiva rusa cuenta con el apoyo del grupo Wagner, una subcontrata de mercenarios de ideología neonazi que alberga en su seno a facciones enfrentadas con el ejército ruso. En mayo de 2022, Rusia se hizo con el control de Bajmut y atacaron Popasna para aislarla de Severodonetsk; el avance hacia la línea fortificada hizo retroceder a Ucrania y dejó a su paso el sesenta por ciento de la ciudad destruida, según afirmó el gobernador militar de Donetsk. Los analistas han calificado la batalla por Bajmut, textualmente, como una trituradora de carne, donde han perecido lo mejor de ambos bandos.

Mientras las fuerzas de Kiev preparan la tan cacareada contraofensiva, lo cierto es que Ucrania ha recuperado zonas del territorio de Bajmut. Las amenazas del Kremlin de anunciar represalias en caso del envío de armamento por parte de la OTAN y Estados Unidos se han quedado más en agua de borrajas que en acciones concretas. Rusia demuestra cada día que su principal arma es la propaganda, ejercida con absoluta maestría tanto dentro como fuera de sus fronteras; Kiev resiste, mientras que el desvencijado ejército ruso —tanques T-90 y armamento de la Guerra Fría— languidecen frente a los modernos Abrams, Leopard y misiles de largo alcance.

La batalla por recuperar Bajmut se está desarrollando a sangre y fuego. La resistencia ucraniana en la primera línea de vanguardia retrasó las principales posiciones rusas dos kilómetros, en palabras del coronel ucraniano Oleksandr Syrskiy. Por su parte, Yevgeny Prigozhin, líder del grupo Wagner, acusó a las tropas rusas de abandonar el lugar y dejar expuesto un largo frente, clave para el avance ucraniano. Todo se desarrolló en un clima de caos y desconcierto, y las fuentes son difícilmente contrastables debido a los intereses de ambos bandos.

El gobierno de Estados Unidos ha instado a Volodímir Zelenski de abandonar Bajmut, que es más un símbolo de la resistencia que un frente con valor estratégico. Y es que Bajmut no ofrece un centro logístico de relevancia, como sí lo fueron Járkov y Jerson donde Ucrania recuperó gran parte del control, aunque sí esté cerca de algunas carreteras importantes que podrían hacer avanzar a los rusos con las zonas del oeste de Ucrania. Otras opiniones apuntan a que el ejército ucraniano sigue insistiendo en Bajmut para aliviar la presión de otros territorios más importantes y obligar a Rusia a replegar las tropas, descongestionando el avance ucraniano.

Pero Bajmut era lo que algunos expertos llaman el kilómetro cero de la contraofensiva, algo descartado por el presidente Volodímir Zelenski, y que desde algunas fuentes se señala como una táctica de Ucrania para despistar al Kremlin en cuanto a la ubicación exacta de dónde empezarían los ataques. Las expectativas que genera dicha contraofensiva se sumaron a las declaraciones de Prigozhin cuando afirmó que existía un grave riesgo de que los combatientes de Wagner fueran cercados en Bajmut. Sin embargo, esta hipotética acción de Ucrania exigiría el despliegue de tanques y artillería en un tiempo récord para rodear a las fuerzas rusas.

Cabe recordar que en 2022 el frente de Járkov permaneció inmóvil y expuesto a un asedio de bombardeos continuos por parte de Rusia para obligar a que Ucrania quedase embotellada en la región. Pero en septiembre, el ejército ruso desplazado a Járkov se vio muy mermado después de tener que redesplegarse en Jersón tras una contraofensiva ucraniana. Todo fue una maniobra de distracción de Ucrania para recuperar Járkov. Y funcionó. En esta ocasión, el envío de reservistas y soldados sin preparación que Wagner ha lanzado sobre Bajmut se ha saldado con un gran número de bajas. Los soldados ucranianos han sentido la presión mientras las tropas rusas avanzaban hacia el centro de la ciudad.

El combate lleva dos meses enquistado y la sangre vertida sobre el suelo de Bajmut no parece avecinar el fin del conflicto. Las bajas de los dos bandos no se corresponden con avances significativos; la batalla de Bajmut ha pasado a guerra urbana, después de que Wagner lanzara un ataque en pinza por el flanco norte y sur de la zona, obligando de este modo a Ucrania a replegarse. Rusia se ha hecho con el control oriental de la ciudad y ha avanzado hasta el río Bajmuta. Pero el devenir es incierto y cualquier previsión que apunte a un ganador puede ser engañosa. Bajmut no ofrece garantías estratégicas para inclinar la balanza a favor de Ucrania, más allá de la simbólica, y la economía de guerra asola el país. Los eslavos luchan con denuedo en una contienda que por su naturaleza se ha comparado con la Guerra de los Balcanes y, por su intensidad, con la Segunda Guerra Mundial.