En la tarde de ayer se dio a conocer la noticia más esperada, y no por ello menos temida, del beticismo. Joaquín Sánchez colgará las botas a final de temporada. La ya leyenda del Betis lo hará en el equipo de sus amores, el que lo vio crecer desde que ingresó en los escalafones inferiores proveniente del Puerto de Santa María. Tras catorce temporadas defendiendo la camiseta verdiblanca, en dos etapas, Joaquín dejará el club por la puerta grande, siendo el único jugador en la historia de la entidad en ganar dos Copas del Rey.
En el recuerdo quedarán los desbordes por la banda del Villamarín, la finta y el sprint. Los duelos contra Roberto Carlos, la Copa en el Vicente Calderón y la clasificación a Champions forman ya parte de las hemerotecas. También otros, más amargos, como el robo de Corea y el adiós entre lágrimas con parada en Albacete, que el tiempo dejaría en un hasta pronto. Esperemos que ahora también.
Joaquín iba para torero, pero pronto cambió el capote por el balón. Y menos mal que lo hizo. Tras ingresar en la cantera del Betis en 1997, ascendió al primer equipo desde los campos de albero de su Puerto natal hasta pasear su magia bajo los focos del Benito Villamarín. Lo hizo mirando de tú a tú a leyendas como Alfonso, Denilson y Assunçao, llevando por galones esa joven veteranía marca de la casa y logrando un hito al alcance de pocos: ser respetado y admirado allá donde fue.
Mucho ha llovido desde aquel lejano 3 de septiembre de 2000 en Compostela, donde aquel niño pizpireto de sonrisa pícara sorprendió a propios y extraños. Con la camiseta de las trece barras, pronto se ganó el amor de la afición y el respeto de los rivales. En los más de doscientos partidos que jugó en las siguientes seis temporadas, fue convocado por la selección española para los Mundiales de Corea y Japón 2002, Alemania 2006 y la Eurocopa de Portugal 2004, llegando a llamar la atención del Chelsea y el Real Madrid.
Pero ni en Londres ni en Madrid estaría su destino. Tras sendas aventuras en Valencia, Málaga y Florencia, el hijo pródigo volvió a casa en 2015. Y lo hizo como el capitán perfecto, que lo mismo sorprendía con una arenga al más puro estilo de una película de Ridley Scott que con un chiste con ese gracejo andaluz que siempre llevó con orgullo. El fantasma de la jubilación acechaba, pero el alma de niño se mantenía intacta. La segunda etapa a bordo de la nave verdiblanca fue la antesala hacia el colofón con la Copa del Rey de 2022 en casa, con los suyos, con la afición.
Joaquín es mucho más que fútbol y de eso es un rato. Incluso más que tenis. La infinidad de gestos altruistas y cariñosos hacia los aficionados dan fe de la bondad y bonhomía que atesora. Porque Joaquín es el ejemplo de futbolista de toda la vida, el que se retira en casa y te encuentras por la calle, en el restaurante o viendo la cofradía del barrio. Lejos de postureos y las pijadas propias de los influencers, con Joaquín se hace realidad aquello de que ser una estrella puede ir de la mano con esa humildad y sencillez inherente a su carisma. Con tres Copas del Rey en su palmarés, se retira con el título más preciado: ganarse el cariño de todos. Y es que Joaquín no es del Betis, sino que él es el Betis.