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Un Betis-Sevilla siempre es un partido marcado por la intensidad, pero la trilogía de derbis que tuvo lugar en febrero de 2007 caldeó la situación, elevándola a límites berlanguianos. En ocasiones la rivalidad en los derbis sevillanos trasciende al terreno de juego y la eliminatoria copera de 2007 no fue menos, pues la crispación escaló a las gradas y al propio palco.

Situémonos. El Real Betis Balompié recibía al Sevilla FC en su propio feudo el día de Andalucía de 2007 en los cuartos de final de la Copa del Rey. Emparejamiento, dicho sea de paso, que no se producía desde la temporada 1984/1985, y del que salió clasificado el conjunto verdiblanco. La ida disputada en el Sánchez-Pizjuán terminó con empate sin goles y todo se resolvería en el campo del Betis.

Todo se desató en las vísperas del encuentro, cuando el Sevilla FC acordó recibir el Monumento a la afición, recuerdo otorgado a los equipos visitantes con motivo del centenario bético. Pero la directiva rojiblanca se negó a fotografiarse en la sala de trofeos del Real Betis junto a un busto de Lopera. Y don Manuel se vengó. Ante la negativa, el ambiente se calentó y se fraguó un enfrentamiento dialéctico entre ambos presidentes en los medios de comunicación. El Consejo de Administración del Betis anunció que prohibiría el acceso al palco a José María del Nido y a los consejeros del Sevilla, y que aceptaría la multa impuesta por la Federación Española.

Además, una avalancha de insultos proferidos entre ambas partes salpimentó una jornada para el olvido: algunos aficionados del Betis increparon a Del Nido, quien a su vez espetó a Javier Páez, sobrino de Lopera: Tienes la misma cara de maricón que tu tío.

La polémica llegó a tal extremo que incluso la Junta de Andalucía actuó de intermediaria con la Federación Española de Fútbol para que el partido no se suspendiera. Estos hechos contribuyeron a enrarecer un ambiente ya de por sí enrarecido y que culminaría de forma surrealista. No tuvo lugar sobre el césped, sino en la tributa de autoridades, donde Manuel Ruiz de Lopera, entonces máximo accionista del Betis, quiso compensar su ausencia de un modo muy particular: ordenó colocar un busto suyo detrás de José María del Nido.

El busto fue obra del escultor sevillano Luis Álvarez Duarte, quien en 1994 se encargó de tallar en bronce la efigie de Lopera a tamaño natural sobre un pedestal de dos metros de altura, para así inmortalizar la figura del prócer verdiblanco que quedaría situada en el palco de autoridades del estadio que años después llevaría su nombre.

Ya en el terreno de juego, Frederic Kanouté adelantó al Sevilla pero, instantes después, un botellazo lanzado desde la grada impactó en el técnico sevillista, Juande Ramos. El manchego fue trasladado al hospital y el encuentro se suspendió, jugándose los minutos restantes en el Coliseo Alfonso Pérez a puerta cerrada en una edición de la Copa del Rey que finalmente ganó el Sevilla FC.

Así lo narró José María del Nido: Manuel Ruiz de Lopera era el presidente del Betis, él me vetó la entrada al estadio pero yo decidí ir como iba a todos los partidos, porque no he fallado como presidente a ninguno. Y me colocaron en el asiento de detrás un busto soldado con cables de acero al suelo del asiento donde estaba sentado. Tras el derbi, se impuso la cordura inherente al cachondeo sevillano y un chiste recorrió la ciudad los días siguientes: ¿Qué le dijo don Manué a Del Nido en el palco? El busto es mío.